Utopía
- Subversivo_mx
- 10 nov 2020
- 2 Min. de lectura

ESTEFANÍA PORRAS
El día comienza con el depósito de cuerpos mutilados en bolsas. La secuencia se acompaña con el asesinato del periodista que cubriría la nota. Deslizas el dedo por la pantalla y encuentras, por lo menos, el rostro de tres mujeres desaparecidas algunas siendo todavía niñas. Bajas más, sin mirar nombres, seguro alguien más compartirá. Otra fotografía, una de ellas ha sido localizada, sin vida, como es habitual.
“Es el algoritmo”. Cambias de red social. La falsa noticia sobre la muerte de un personaje en la farándula es tendencia, nada de lo que ocurrió por la mañana. Un par de memes se salvan de la situación. El COVID no se va, las cifras de defunciones son ya inconmensurables. “¿Este fin qué fiesta habrá?”
Las elecciones de la fantasía democrática ya no lideran los encabezados. La competencia espectacularizada concluyó con las proyecciones a favor de la bancada demócrata. De los atentados al presidente electo en Bolivia, nadie habla. Perú ni se menciona.
Los estragos de la naturaleza en el sur del país siguen disparando la brecha que ya se tenía, que aleja a los sectores menos favorecidos del prometido progreso. “Saldremos de ésta”, afirma el presidente. ¿De qué manera? Si las causas ambientales no son tema de agenda, si a los activistas se les asesina sin justicia alguna, aunque todos saben a quiénes incomodaba la voz que hoy queda muda.
Una pausa. La salida, correr y sentir las endorfinas. Estás de suerte, se sirve tu comida favorita.
Pero la pausa es efímera ¿quién se ha detenido? Seguro que nadie, las piezas en este engranaje siguen operando. Los magnates, de cuello blanco o padres de sicarios, continúan sumando. El resto no ha frenado. “Hay que salir a ganarse la vida”. Porque la vida se pelea, se disputa. No sabemos a quién, aunque tenemos claro que afuera hay gente dispuesta a subir a costa tuya.
Alienados, infelices; felices, conformistas; sujetos sujetados a la sujeción que les domina. Incapaces, inválidos, sobrepasados por el sistema.
El sistema. El orden del que se habla, la distribución inequitativa de poder y de recursos. No conocemos a quien conviene la desigualdad, no podemos ponerle rostro. Y siendo honestos, tampoco entendemos qué ocurre en el otro extremo, donde Internet no se ha convertido en algo indispensable.
Alguien más mirará, siempre y cuando no esté tan sumido en el entretenimiento, en la estética, los placeres hedonistas, en sobrevivir, en gastar, en odiar. Alguien dará sentido al control que discrimina, presente en el aire, entre nosotros. Ésa es la esperanza, la utopía de los conformistas.

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