Los maricones y las lesbianas en el mundo de la política
- Subversivo_mx

- 2 dic 2020
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En la iglesia, en la calle, en las casas, en los teatros, y en todo México, locas hallarás a cada paso.
José Joaquín Fernández de Lizardi (1776- 1827)
Hubo siempre locas en México.
Salvador Novo (1904 -1974)
El fin de semana pasado se estreno El baile de los 41 un filme que cuenta sobre los “vergonzosos” acontecimientos del 18 de noviembre de 1901: Una redada policiaca que detuvo a 42 maricones en medio de una fiesta en la esquina de la calle de la Paz.
El escándalo periodístico señalaba que en la fiesta había 21 hombres vestidos masculinamente y 21 más vestidos de señoras, entre ellos, el yerno del presidente, el diputado Ignacio de la Torre y Mier. Por lo que Díaz intentó apaciguar los rumores y mantener el tema al margen, o cuando menos que no se hablara del arresto y la posterior absolución de su yerno. Aunque la prensa le llevaba la delantera.
Se hicieron alegorías, caricaturas y varias notas al respecto que señalan – con morbo y condena – la existencia de maricones en el país. De hecho, Carlos Monsiváis afirma que con el chisme político de los 41 inicia la homosexualidad en México. Pues previo a esto, no se hablaba de ello. Y en realidad tampoco existía un concepto que lograra describir las relaciones homoeroticas y afectivas de aquel momento. Por lo que el evento es, a todas luces, una pieza fundamental en la historia de la sexualidad del país. No porque no existiera antes algún maricón, sino porque era la primera vez que se volvía un tema público que involucraba a la clase política del país.
Así, la película pone en trama quien era Ignacio de la Torre, retrata la soledad y frustración que vivió Amada Díaz, su esposa y un poco de la situación sociopolítica del país. El largometraje inicia con la boda de la Torre – Diaz; ahí, entre los pasillos se sugiere la confidencialidad entre varios miembros del “club”. Aquel lugar donde ciertos hombres pueden dejar de lado las apariencias y descansar su alma entre las caricias de otros hombres: Hay sexo, libertad, amor y mucha discreción.
En la cinta, Ignacio conoce a Evaristo Rivas, con quien sostendrá una relación sentimental (no podría afirmar si fue un romance o complicidad) que terminará por complicar sus aspiraciones políticas y, por tanto, la reputación de la familia del presidente. La historia termina con 19 maricones golpeados y humillados públicamente; mientras el yerno del presidente está comiendo con su esposa. Ignacio fue amedrentado y enclaustrado por miedo a un escandalo mayor. Nada distante a lo que algunos hombres – cada vez menos – padecen en el mundo de la política.
Entre habladurías y discreciones, los maricones han estado involucrados en la vida política del país. Lo han sido cancilleres, diputados, gobernadores, senadores, candidatos a gobernadores, presidentes municipales y secretarios de Estado. No obstante, ¿dónde están?, ¿por qué no salen del clóset?, ¿y las mujeres lesbianas? Pues al ser la sexualidad un tema de tabú y con una patologización, resulta poco rentable evidenciar y politizar la sexualidad de algunas personas de la clase política de este país, incluso puede resultar riesgoso.
El mantenerse dentro del clóset y buscar conciliar con los valores que se espera de alguien que participa en la política: Un hombre de buena familia, educado y con aspiraciones de matrimonio o con una esposa e hijos; es más conveniente que “ventilar” del deseo sexual de los hombres de la política.
Empero, en la década de los ochenta hay un proceso, derivado de los movimientos lésbico- homosexual, y feminista, que han cuestionado la ausencia de figuras expresamente disidentes y mujeres dentro de la clase política. De ahí que el extinto Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) llevara candidatos a diputados federales abiertamente homosexuales en las elecciones de 1982. Las candidaturas aunque poco exitosas, sí representaron una realidad alternativa de la implantada en el imaginario social. Desde ese momento también se habla de aquellas mujeres lesbianas dentro de la clase política.
Desde entonces las cosas han sido más sencillas, en los últimos tiempos hemos escuchado de figuras como Benjamín Medrando, Rubí Araujo, Temístocles Villanueva, Jesusa Rodríguez, Lucía Rojas, Celeste Ascencio, Rodolfo Lizárraga, y una lista que comienza a crecer. Con todo, aun existe cierta resistencia desde algunos partidos políticos – sobre todo los que simpatizan con la derecha – sobre que personajes públicos puedan asumir con libertad su orientación sexual (y ni hablar de la identidad de género). La relación entre libertad sexual y la izquierda ideológica es, aunque malavenida, innegable.
Sé que es absolutamente válido el derecho al clóset, incluso necesario sí la vida de alguien corre peligro. Pero resulta también una responsabilidad ética y colectiva de que quienes llegan a la política manifiesten expresamente su orientación sexual – incluso sin tomar la agenda LGBT como estandarte – pues contribuye a otorgar visibilidad, ganar simpatía, negociar la voluntad política y cambiar la narrativa que aun suele estigmatizar. Es necesario mostrar que la orientación sexual es una vertiente válida del deseo sexual que no implica una limitación para el ejercicio de las responsabilidades públicas. Bajo un sistema democrático cualquiera tendría el mínimo común de oportunidades para aspirar a ejercer algún cargo público.
Lamentablemente, bajo el contexto porfirista, Ignacio de la Torre no pudo hacer nada más que callar y permitir las vejaciones a sus colegas, amigos y amantes. El peso de la moral y la clase política pudo más que cualquier otra razón. Y, juzgarlo por su pasividad ante la situación, señalando las posibilidades actuales sería hacer presentismo de la situación: No había las siglas LGBT, no había derechos humanos, no había nada distinto a su realidad.
Y es evidente que el mundo del México porfirista no es el México actual, pero aun así, a 119 años de distancia existe una gran ausencia de personajes públicamente disidentes. A estas alturas de la historia social, es prácticamente imprescindible que la clase política salga del clóset, y si no, que los partidos políticos sean laxos con la apertura a la disidencia.
Tan sólo el objetivo de este texto es reflexionar sobre que papel juegan los maricones – y habría que señalar a todas las disidencias de género y sexuales – dentro de la esfera política. Si el papel es entre secretos y fachadas o sí existe una paulatina politización. Confío en lo último. Que politicemos nuestra sexualidad hasta sus ultimas consecuencias.
No permitamos que aparezcan más historias calladas como la de Ignacio de la Torre, pues al final de cuentas, estamos por todos lados.







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