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Re- hacer la historia

  • Foto del escritor: Subversivo_mx
    Subversivo_mx
  • 7 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

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EDUARDO PIEDRA


Hay una constante queja de parte de algunas personas sobre el hecho de querer modificar ciertas cosas sobre la sexualidad y el género. Se dice que hemos exagerado, que no pensamos en los niños y nuestro real objetivo es hacerlo todo LGBT, que somos inmorales, pervertidos que queremos dominar al mundo. La verdad es que no. Sencillamente, algunos pugnamos con un recuento del mundo social tal y como lo conocemos. Personas LGBT en la academia y la ciencia constantemente discuten sobre las explicaciones desde disciplinas como la biología respecto a nuestro origen. O el estudio de las relaciones sexo-afectivas de personas del pasado.

Se ha puesto énfasis en los estudios biológicos que explican la presencia de sexo entre parejas del mismo sexo en muchas especies, así como la justificación de relaciones sexo-afectivas a lo largo de la historia de la humanidad y su relación con la selección natural. Y la correlación dicta que hay una persistencia evolutiva sobre las relaciones sexuales entre especies del mismo sexo. Así, el orden natural sobre ser LGBT se justifica. La homosexualidad tiene un componente genético innegable. Sin que esto sea bueno o malo, tan sólo evolución. La interrogante para estudiar es ¿cómo esa disposición genética sobrevive?

Las hipótesis apuntalan a la capacidad que las personas LGBT tienen sobre el cuidado de sobrinos y otros familiares para preservar la genética. El concepto se llama selección natural o de parentesco, y explica el abono genético que se da de generación en generación en relaciones familiares. Mientras que otra hipótesis señala que la existencia de personas LGBT garantiza el éxito reproductivo de las parejas heterosexuales pues la genética que compartimos con otros complementa su capacidad reproductiva. Si bien ambas explicaciones no son universales, también es cierto que sirven para reflexionar hasta qué punto nuestra concepción de moralidad permite no conocer y respetar la diversidad.

Desde disciplinas como la sociología, historia y antropología se ha estudiado las relaciones sexo-afectivas de las sociedades del pasado, donde la conclusión es que, efectivamente: Ya había lesbianas, gays, bisexuales, personas trans, etc. desde mucho tiempo atrás. Aunque se ha requerido una serie de cuidados en torno a su estudio. Estos son una reserve ante las descalificaciones que se padecen.

En primer lugar, no se puede asumir la orientación sexual y la identidad de género con criterios actuales. Las palabras heterosexual y homosexual son conceptos contemporáneos que no podrían definir con precisión la vida en sociedad de siglos atrás. Y cuyos orígenes se documentan en la necesidad de clasificar y racionalizar la sexualidad desde disciplinas como la psicología o la medicina. Con lo que se constituyeron una serie de patologías para lo que se ha desviado de lo “normal”. En segundo lugar, porque la sexualidad no era entendida como una identidad, sino como un acto. Ahora nos identificamos como personas LGBT y hay una relación respecto a nuestra identidad, estilo de vida, relaciones sentimentales o aspiraciones mientras que antes eran actos o eventos. Esta distinción, aunque sutil, es un recordatorio sobre las modificaciones sociales en las que estamos inmersos todo el tiempo.

En suma, hacer investigación en torno al género y la sexualidad – desde las ciencias naturales y hasta las ciencias sociales – significa un constante posicionamiento sobre la dimensión moral y los mitos que desacreditan nuestro origen. Narrar quienes somos, de dónde venimos y por qué estamos aquí es el rehacer la historia y evidenciar que la moralidad ha sido arbitraria, relegando las disidencias a una condición de desventaja. Sin embargo, las personas LGBT tenemos que decirle al mundo que estamos aquí y que no nos iremos.

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