¿Quién te hizo feminista?

ESTEFANÍA PORRAS

La resistencia nos persigue desde hace siglos. Piensas que esto es nuevo ya que lo encuentras golpeando en redes, haciendo ruido en las noticias. Pero cada reconocimiento que hemos logrado, cada derecho que se ha ganado, es el resultado de mujeres que no se callaron; que ante las imposiciones, buscaron una alternativa.

A muchas de ellas les costó la vida. No las miras porque en tu historia de hombres y soldados nuestros relatos no se cuentan, porque es una historia aparte que se oculta entre las victorias de los grandes: los bélicos, los tiranos, los genocidas, los corruptos, los machistas.

Con la dignidad como máxima, irrumpimos tu espacio patriarcal, decididas a no callarnos y volverlo nuestro. Nunca volverán a tener la comodidad de nuestro silencio. Nunca estaremos quietas. Nunca aceptaremos las botas de militares y policías en nuestros cuellos.

Resistimos porque es el único modo en que podemos encontrar paz dentro de este mundo que nos insulta. Nos mantenemos en pie aunque parezca que ya no podemos. Porque el futuro que queremos todavía no es nuestro, aunque lo será para las que nos siguen, tenlo por cierto.

La conciencia se nos ha hecho tan fuerte que tu violencia no nos detiene. No somos únicamente las locas que se sacan las tetas y rayan paredes, ésas a las que “ni siquiera violarías porque no están buenas”. Todas somos ellas. Las que rompen, las que rayan, las que viven con rabia porque no hay otra forma de defendernos. Esas mujeres a las que debemos tanto.

Aunque cada día somos más. Con nosotras están las mujeres a quienes la búsqueda de sus familiares las volvió feministas. Porque su gente fue violada, desaparecida, asesinada. Aquéllas a las que no les bastó ser “mujeres buenas”, ya que los brazos de la violencia las alcanzaron.

Somos todas. Porque somos nosotras las que hacemos honor a Benedetti cuando salimos a las calles, violentas, gritando, andando codo a codo y siendo mucho más que dos.

No tú.

Ni siquiera podrías imaginarlo. ¿Qué sabes de volver a casa con miedo? Sin importar la hora, seguramente no miras sobre tu hombro, ni aceleras cuando alguien camina de cerca. ¿Alguna vez ha andado a la par de tu ritmo un coche con sujetos pidiéndote que subas?

No. Tú no tienes redes de apoyo que constantemente monitorean tu destino a casa, a la escuela, al trabajo. Tú, si la violencia diaria te golpea, perderás algunas de tus pertenencias, no serás violado, ni serás arrojado como si tu persona no valiera. Nadie alterará tus bebidas para disponer de ti como un objeto, ni te molerá a golpes porque la comida no está lista.

A ti si alguien te agrede, será un congénere, un hombre. Difícilmente una mujer. De ser el caso, no hará estadística ni será proporcionalmente normalizado por toda la sociedad. Las burlas, créeme, vendrán de otros hombres porque no supiste hacer valer tu lugar de superioridad, porque lo que te concierne es ser violento y no que lo sean contigo.

Así que no me sorprende que hoy solo nos mires, apacible. Aunque de tanto en tanto pintes tus redes de morado, de verde si quieres jugarle al deconstruido. Porque cuando vas a nuestro lado, lo haces desde el paternalismo. Tú, hombre bueno, quieres que a las indomesticadas nos traten con respeto, a ver si el mundo puede seguir girando.

No hay manuales ni reglas ni iniciadoras. Nadie nos hizo feministas, nadie más que la vida. La indolencia de las autoridades, de la gente que mira con pena y corre la cortina cuando el mundo le arde por fuera, porque viven con el consuelo de que esta vida de ausencias nunca sea la suya.

Llegará un día en que lo entenderás, no quedará de otra. Somos muchas y ellas somos todas. Las activistas, las legisladoras, las madres, las educadoras, las ingenieras, las médicas aborteras, las artistas, las poetas. Todo espacio que nos ha sido arrebatado, tendrá que vernos de frente y saldar las deudas que ha cimbrado. Porque sí, somos otras. Somos el cambio, la resistencia, las otras.