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Quemarlo todo ¿o qué?

  • Foto del escritor: Subversivo_mx
    Subversivo_mx
  • 11 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

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Asesinaron a George Floyd. Fueron los policías. Fue la fuerza pública racista asusada por un presidente cuya campaña ha sido el agitar los arranques de grupos blancos reaccionarios. La rabia vibra en los ojos de aquellos jóvenes negros que uno a uno van ganando paso a los policías blancos con escudos de granaderos; saben todos que no es el primer asesinado, la indignación no es por el asesinato de una sola persona, se suman a este caso un gran número de asesinatos y actos de violencia asociados al racismo y la xenofobia que se han hecho aún más visibles con la salida de Barack Obama.

Hay que decirlo, a George Floyd lo asfixiaron de la forma más humillante que puede haber: un policía blanco de nombre Chauvin lo asfixió poniéndole la rodilla en el cuello para someterlo durante ocho minutos. Floyd pidió que lo soltaran porque no podía respirar, pero no lo dejaron. Se desmayó unos minutos después. Tanto Chauvin como Tou Thao, quien fue testigo del asesinato cometido por su compañero de oficio, tenían antecedentes de quejas por comportamiento agresivo y participación en balaceras. El presidente Donald Trump, aunque condenó el acto, no hizo llamado alguno a la unidad del país. Ahora, días después criminaliza las protestas y declara terroristas a quienes levantan la voz luchando por la dignidad de sus propias vidas.

Desde el 1 de junio nuestro vecino del norte lleva ya días de cabeza: en sesenta ciudades protestas y la quema de barricadas y consorcios, saqueos de tiendas. Un grupo de encapuchados con cubrebocas se ha metido a destrozar una pastelería en Washington. En Estados Unidos algo se mueve y la oportunidad política en otro contexto sería gigante: no solamente son los múltiples casos de la xenofobia y racismo sino también un gobierno como el de Donald Trump que ha hecho un pésimo manejo para contrarrestar la pandemia del COVID19 en lo que respecta al control sanitario y también en lo que concierne al sector económico y laboral.

En efecto, en otro contexto sería una gran oportunidad política, no obstante, vienen las elecciones y no hay en Estados Unidos candidato de izquierda. Biden y Trump, dos hombres de élite blanca sin conciencia alguna de la interseccionalidad de sus privilegios compite por la presidencia. Sin Bernie Sanders contendiendo por el lado demócrata el pueblo norteamericano interpelado por los movimientos sociales de igualdad y justicia se encuentra acéfalo. Lo más factible es que sin alternativa institucional el desencanto con la política se siga perfilando, susurrando muy de cerca: “quémenlo todo”.


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