¿Nos las sabemos todas?
- Subversivo_mx

- 6 jul 2020
- 3 Min. de lectura

Por: Yessica Corral
No sé si podemos llamarnos afortunados o desafortunados por estar viviendo en una época histórica no solo en nuestro país, sino en todo el mundo, donde además de poder enterarnos en el momento en el que suceden los hechos, tenemos medios para expresar lo que pensamos y esto a su vez, debatirlo con personas que puede que coincidan o no con lo que manifestamos.
El debate que contiene ideas y argumentos sólidos es probablemente uno de los aspectos de los que más se disfruta en un ambiente democrático, sin embargo, cuando éste comienza a plagarse de desinformación, descalificaciones e intenciones polarizadoras y destructivas, se vuelve peligroso y desgastante. Peor, cuando se da entre personajes de la vida pública y esto repercute a niveles que no imaginábamos posibles.
Pasaron varias semanas desde el terrible error de invitar a Chumel a un foro de CONAPRED a cuestionar la existencia del racismo en la sociedad mexicana, y que derivó en la descalificación de la institución por parte del presidente, quien dejó en evidencia su falta de interés en un tema central, que ha vulnerado a gran parte de la población a la que prioriza. Hay un problema, AMLO y Chumel tienen algo en común junto con otras miles de personas más: no asumir con responsabilidad el impacto de su voz en la esfera pública.
No sé qué tan desapercibido hubiera pasado el foro si estuviéramos enfrentando otra coyuntura, celebro que se haya visibilizado la importancia de abrir espacios a personas que, entendiendo la responsabilidad que esto conlleva, puedan emitir un punto de vista que logre transmitir información e invite a la reflexión manteniendo lejos la presencia de personajes que nada tienen que aportar en la conversación y que incluso, son parte del problema y se rehúsan a aceptarlo.
Esto sucede todos los días y lo presenciamos en las redes sociales, una y otra vez, ante cada acontecimiento, es inmediata (y parece que hasta obligatoria) la reacción para entrar en el debate. ¿Es necesario y válido tener una opinión de todo? ¿Acaso pensamos en el impacto que podrían tener nuestras palabras cuando lo pensamos, escribimos y publicamos? ¿Realmente sabemos de qué estamos hablando o basta con leer encabezados y opiniones de nuestros cercanos?
Con esto no me refiero a que tenemos que ser especialistas en todos los temas para poder emitir una opinión, pero sí deberíamos reflexionar el peso de nuestras palabras y su impacto en un ambiente hostil, polarizado y muy degastado en el que, nos desenvolvemos y en el que hemos normalizado la reacción instantánea ante la más mínima provocación. Por otro lado, no podemos olvidar que muchas de estas revueltas han logrado presionar lo suficiente para lograr un objetivo en común, no cabe duda de que, el peso de la opinión pública genera cambios y es por ello, que hay que usarlo con responsabilidad.
Es válido no opinar de todo, se debe tomar el tiempo para leer, reflexionar y construir una opinión propia sobre un tema del que podemos no saber nada o saber mucho y es sano poder recordarlo cada que sea necesario. La coyuntura que vivimos no es alentadora en muchos sentidos, para que encima, abonemos en las intenciones polarizadoras de los personajes que dominan el debate público y que buscan centrar toda la atención en ellos, sus ideas, sin lugar a ningún matiz o asomo de crítica. Lo peor es que caemos en la trampa sin detenernos a reflexionar las graves consecuencias.
Volviendo al inicio, el debate es esencial en una sociedad democrática, pero si no comprendemos la responsabilidad que trae consigo ser parte de, seguiremos cayendo en el error de debatir para defender personas y no ideas, proyectos o propuestas. No podemos darnos ese lujo tan egoísta de mantener una conversación tan limitada y polarizada cuando estamos enfrentando los estragos de una crisis en el más amplio sentido y para la que será necesaria unidad, sensatez y mucha responsabilidad social.







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