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Ni jotitos dejamos de ser machitos

  • Foto del escritor: Subversivo_mx
    Subversivo_mx
  • 29 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

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Eduardo Martín Piedra


En ocasiones, cuando se habla de los hombres gays se suele asumir que carecemos de conductas sexistas, misóginas, homofóbicas y machistas. Pues al ser objetos de discriminación pareciera que estamos exentos de estos males. Sin embargo, el componente social de la “hombría o la masculinidad”, aparece –en menor o mayor medida –. Así, existen hombres gays que son menos o más violentados por la sociedad a razón de su masculinidad, con ellos mismos y con terceros a partir de la socialización previa con las instituciones educativas, los medios de comunicación, la familia, etc.

Por ejemplo, existe una homofobia internalizada cuando aparece un desprecio intrínseco y a veces poco perceptible, para consigo mismo debido a cierta represión al ser, así, buscar una apariencia híper masculina, asumirse siempre como “activo” en las prácticas sexuales, dar comentarios o declaraciones de “esto es muy gay”, son solo algunos de los ejemplos que ilustran como a pesar de ser homosexuales, resulta difícil deshacerse de estigmas y estructuras de pensamiento que han perpetuado las condiciones de desigualdad y vulnerabilidad para personas de la disidencia sexual, y que podría tener consecuencias terribles, pues el sentimiento de inadecuación sigue ahí.

De modo que bajo un esquema de homofobia internalizada, seremos presos de conflictos existenciales constantes, por ejemplo, el prejuicio interiorizado de que los homosexuales son en su mayoría promiscuos, difícilmente se sostendrán relaciones sentimentales y sexuales sanas, o si existe la idea del rechazo por ser percibido como gay, entonces existirán dificultades en la autoestima, la inteligencia emocional y un largo etcétera.

Respecto a las conductas misóginas y homofóbicas hacia terceros, podemos encontrar el relacionarse con homosexuales que solo son masculinos en apariencia, hablar despectivamente sobre el cuerpo de las mujeres, del cuerpo de otros homosexuales, o de las personas trans, mofarse de quien hace drag, compartir fotos íntimas sin consentimiento, el acoso a heterosexuales, la existencia de violencia física en relaciones amorosas o incluso violación.

Bajo lo anterior, no solo somos presas de un mecanismo social de poder donde buscamos ser de los que mayor poder social poseen, sino también, nos volvemos ciegos e ignorantes ante la cultura del “respeto a la diferencia y la libertad”, en tanto opinamos y tratamos de decidir sobre otros, normalizando y replicando conductas negativas de las cuales, las mujeres también buscan librarse, pues el mundo se encuentra lleno de machitos dispuestos a mantener la comodidad de la norma imposibilitando su cambio y nosotros como gays, no deberíamos ser partícipes de esa inmovilidad.

Si bien es cierto que la categoría social de gay lleva una carga histórica innegable debido a años de discriminación, asesinatos y demás brutalidades; también es cierto que los hombres gays no dejamos de construirnos socialmente como hombres. Que hemos aprendido conductas nocivas de dominación sobre terceros y que en ocasiones, por tratar de entrar en la convencionalidad social de “lo normal” o “lo menos gay posible” (porque hasta la fecha en muchos lugares ser gay está mal), hacemos y aprendemos a mimetizarnos a partir de la réplica de estas conductas.

Por ello, debemos mantener un constante ejercicio de cuestionamiento a nuestras prácticas, pensamientos y señalamientos sobre terceros y sobre nosotros mismos. La famosa “deconstrucción” va de eso, de recular sobre lo naturalizado y pensar si es lo mejor para nosotros y para el mundo.

Ser gay no se trata de buscar ser lo más masculino o no parecer gay, sino de buscar abrazar y conciliar la diferencia, la feminidad, la pluma, el orgullo. Hay que construir formas de reivindicar a las personas que nosotros (sujetos vulnerabilizados) hemos vulnerabilizado. A su vez, debemos buscar ponerle freno y remedio a prácticas que hemos naturalizado sobre la violencia hacia otres. Pensemos que, si continuamos siendo machitos, el mundo será el mismo lugar hostil que en ocasiones nos ha dado la espalda y así no cambiará nada.

Jamás demos por hecho que por ser homosexuales (jotos) estamos libres de culpa. Solo así dejaremos de ser unos machitos.


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