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Nada que curar: La comunidad LGBTQ+ y las terapias de conversión

  • Foto del escritor: Subversivo_mx
    Subversivo_mx
  • 13 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

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Por: Eduardo Piedra


Salir del clóset es un acto lleno de valentía y coraje, que apela a la búsqueda de absoluta libertad en el goce y ejercicio de la sexualidad. Es una decisión personal, dónde de acuerdo a las circunstancias, cada persona lo puede hacer en el momento que crea conveniente o incluso no hacerlo (no debería existir ningún evento que nos obligue a hacerlo). Decirles a nuestros padres o a nuestra familia que tenemos una orientación sexual o una identidad de género distinta a las expectativas que pusieron sobre nosotres implica un proceso que, en ocasiones, puede ser doloroso pues siempre surgen preguntas que intentan dimensionar y comprender la situación buscando responder el por qué, cuándo, dónde y cómo sucedió, como si la sexualidad de una persona fuera un asunto preocupante.

Incluso habrá quienes – en un afán por “solucionar” el problema – terminan por obligar a ir a las personas LGBTIQ+ (o bajo sospecha de ser una persona LGBTQ+) a espacios que pretenden corregir, convertir o “hacer normal” a las personas. Estos lugares, disfrazados de ayuda psicología combinada con espiritualidad y religión (supuestas terapias psicológicas o retiros espirituales) terminan por vulnerar a las personas LGBTIQ+ a partir de una constante exposición a los sentimientos de culpa y vergüenza. Ahí, lo que prima son los tratos inhumanos y degradantes tales como la privación ilegal de la libertad, violaciones correctivas, violencia psicológica, electroshock o – en ocasiones – la castración química.

Esta serie de prácticas, se han denominado como esfuerzos para “corregir” la orientación sexual y la identidad de género (ECOSIG) y han estado en boca de algunos activistas del país – incluso del mundo, pues la ONU se ha posicionado al respeto – porque continúan siendo una constante por parte de los círculos sociales más cercanos a las personas LGBTIQ+. Las ECOSIG suceden con sutiliza, incluso con violencia que se ejerce desde los hogares, como la económica, donde por ejemplo, una madre amenazaría a su hije de dejar de darle dinero si sigue con sus “cosas”; la violencia emocional o psicológica puede también ejercerse vía descalificaciones cuando se dice que “eres así por la mala influencia de tu amigo, no sabes lo que estás haciendo” ;chantaje que hay en decir “¡quieres hacer que me enferme, me haces quedar mal!” ; o un desapego afectivo “haz tus cochinadas si quieres, pero olvídate de ser parte de esta familia”, entre otros.

Palabras, humillaciones y malos tratos, que tienen la intención de corregir a las personas LGBTIQ+ y cuyo origen está en el desconocimiento y los mitos en torno a la diversidad sexo- genérica. Ello solo perpetúa un estatus de constante vulnerabilidad y estigma que puede causar severos problemas emocionales como la ansiedad, la depresión o el suicidio, así como una confusión latente en las familias sobre la posibilidad de “curar” o no a alguien. Quienes defienden este tipo de prácticas utilizan como justificación ciertas falsas conclusiones a partir de la biología y la psicología que terminan por ser un fraude. Las ECOSIG, solo promueven el favorecimiento de grupos anti derechos que establecen el prejuicio contra minorías históricamente vulneradas.

La homosexualidad es tan solo una variable más de la experiencia sexual humana jamás debe ser pensada como una enfermedad o una patología por lo que se debe construir mecanismos institucionales sólidos – con cobertura nacional – que garanticen un cese a las conductas nocivas y violentas contra las personas LGBTIQ+ (las ECOSIG es solo un ejemplo, pues la discriminación y el odio son una realidad constante), pues solo de esta manera, se podrá garantizar una vida más digna.

El tema de construir una postura estatal contundente ante las ECOSIG en México lleva tiempo en discusión dentro del Senado de la República (aún hay partidos con cierta resistencia); no obstante, en lugares como la Ciudad de México las ECOSIG ya son prohibidas y sancionadas por lo que no se debe quitar el dedo del renglón para que esto sea una realidad en todo el país y así, exigirle a nuestros gobiernos (locales y estatales), que fortalezcan las instituciones existentes o – en su defecto – construyan leyes y demás estructuras que reparen el daño histórico hacia la diversidad sexual y de género.

Debemos virar hacia el respeto a la diferencia, a que la única respuesta válida sobre la diversidad sexo-genérica es que no hay nada que curar. Que las personas LGBTIQ+ somos eso, personas. Merecemos la misma dignidad y libertad que las personas cisheterosexuales poseen. Punto. Pues solo así, podremos construir una sociedad más justa e incluyente.

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