Los jotos aguafiestas
- Subversivo_mx

- 27 jul 2020
- 3 Min. de lectura

Por: Eduardo Piedra
Recientemente salió en Netflix el documental sobre la vida de Walter Mercado. Sin duda alguna, el documental hace un esfuerzo por retratar aquellas partes de la celebridad que al público le llaman la atención. Que sí era homosexual, que el por qué de sus atuendos tan llamativos, que las parodias que hacían de él, etc.
La línea que el documental sostiene alentó a muchas personas LGBT+ a mantener una postura de libertad y seguridad sobre aspirar a ser quien se quiera ser. A que no nos importe lo que otros piensen sobre la forma en la que nos vestimos, caminamos y expresamos. A su vez, también viró cierta reflexión sobre como el sentido del humor que se hace en los medios de comunicación, termina por estereotipar y mofarse de ciertas personas. En México – por supuesto – eso no es la excepción. La participación de Eugenio Derbez en el documental, dónde se muestra como un admirador de Walter y que el personaje de Julio Esteban era una especie de homenaje indignó a muchos y no es para menos.
Desde que tengo uso de razón, la barra de comedia que se mostraba en la televisión gratuita no hacía más que contar chistes, hacer parodias o mostrar situaciones embarazosas sobre mujeres abnegadas, hombres amanerados o débiles, personas discapacitadas, indígenas y una larga lista de clichés y estereotipos sobre la supuesta “realidad” mexicana. Programas como “La hora pico”, “Cero en conducta”, “La familia P.Luche”, “La parodia”, “Vecinos”, “Diseñador ambos sexos” no dejan de reproducir situaciones dónde existe una mala representación sobre la “realidad” de quienes son esos personajes. Sin contar la lista inagotable de comentarios de tipo clasistas, racistas, misóginos, homófobos o ya de plano, xenófobos.
Lo peligroso de lo anterior surge cuando se da por cierto que ese tipo de humor es una expresión cultural de los valores o atributos que -como sociedad – se han construido sobre estas minorías, el problema entonces aparece cuando nos preguntamos si, ¿Se piensa así de las mujeres, de la comunidad indígena o de las personas LGBT? La respuesta es sí. Culturalmente hablando, México, lleva encima una tradición sobre su sentido del humor que es por mucho lamentable.
Las personas que históricamente han sido vulnerabilizadas no tendríamos por qué ser vistas – desde la televisión – como algo que entretenga o cause risa. En el largo plazo, ese tipo de situaciones son leídas como “cómicas o graciosas” y terminan por justificar el “buen trato desde el humor”, el que se toleren comentarios o situaciones discriminantes o clichés porque se han naturalizado. Yo, como muchas otras personas LGBT+, crecí con cierto temor o sensación de incomodidad cuando se veían esos programas o se hacían referencia a los personajes LGBT+ y a nosotres.
Puntualmente, las personas LGBT+ han insistido en una mayor y real representación sobre sus vidas en la televisión, donde no se fomenten estereotipos nocivos y discriminantes. Sino que se narren historias reales. Las personas son más que aquello que un estereotipo puede mostrar. A su vez, también deberíamos poner el dedo encima del humor y cuestionar si en ocasiones no tildamos en la crueldad cuando nos reímos de la vida, apariencia o situación del otro, como Derbez lo hizo con Walter. Táchenme de aguafiestas, pero no tendríamos porque hacer leña del árbol caído, sino apelar a un humor tal vez desde el consenso o desde otro tipo de esferas.
Y es que si queremos construir una sociedad más justa e inclusiva tendríamos que mantenernos críticos a todo: Televisión, lenguaje, humor, costumbres, valores, religiones, política, etc. Aunque ello signifique renunciar a algunas cosas.







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