La vara con la que nos medimos
- Subversivo_mx

- 20 ago 2020
- 3 Min. de lectura

YESSICA CORRAL
Cuando las mujeres comenzamos a tener conciencia del entorno que nos rodea, no se nos dice el mundo tan machista con el que vamos a enfrentarnos, es más, muchas (la mayoría) somos educadas bajo el sistema patriarcal sin darnos cuenta. Normalizamos toda violencia y menosprecio, porque así ha sido siempre, lo femenino es menos importante o es algo de lo que solo nosotras podemos hacernos cargo. No es así.
Desde pequeñas somos presas del machismo, en nuestras propias casas, escuelas, la calle, el trabajo, en el rincón que menos te puedes imaginar, ahí está. Cuando nosotras tenemos limitaciones en los permisos o se nos asignan tareas del hogar y a nuestros hermanos no, cuando no podemos salir vestidas como queremos porque implica exponernos a acoso sexual, cuando los compañeros de clase te miran con morbo o comienzan a hacer comentarios de tu cuerpo que no pediste, cuando un profesor te acosa, cuando un sujeto se cree con el derecho de mirarte o tocarte como si fueras de su propiedad, cuando hablar de tu placer sexual resulta escandaloso, cuando la idea de decidir sobre tu cuerpo es vista como un delito, porque en este sistema patriarcal se nos concibe como un objeto que no puede salir del esquema establecido, no hay un horizonte diferente al que puedas mirar o serás condenada.
El movimiento feminista, para mí, ha significado una revolución interna y una deconstrucción cotidiana en la que lucho por romper con todos esos patrones de comportamiento que nos han dañado a todas las mujeres y que siguen presentándose todos los días. Darme cuenta de que puedo alzar la voz y decir que no quiero o no me gusta, que puedo desenvolverme en los espacios que se me brindan y permiten crecer de forma profesional, que puedo sentirme libre de emprender lo que quiera gracias a la construcción de mi autoestima y del entorno sororo del que me rodeo, han sido grandes pilares para continuar la transición de la mujer que soy y que quiero llegar a ser.
Con todo y este panorama sumamente privilegiado del que somos parte una minoría, seguimos siendo blanco de todo tipo de violencias en las que muchas veces deriva una disputa entre nosotras mismas, donde erróneamente replicamos comportamientos machistas de los que el día de mañana podemos ser blanco o que ya hemos sufrido. Y no, con esto no digo que todas debemos ser feministas y sororas, ya sabemos que no es así.
Tampoco vamos a medir y comparar nuestras escalas de feminismo porque no es una competencia, pero medirnos con la misma vara que nos mide el sistema patriarcal, es algo que no podemos permitirnos y que no debemos tolerar ni fomentar, aunque venga de una mujer.
Nuestras acciones están en constante escrutinio y no se nos mide como a los hombres. Resulta peor cuando entre mujeres nos medimos hasta el más mínimo error que cometemos, si dijimos o no algo, si no hicimos lo que la mayoría esperaba, si mostramos demasiado nuestro cuerpo, si exhibimos o no nuestras relaciones personales, cuando nada de eso está sobre lo que somos y decidimos proyectar, a estas alturas es intolerable que entre nosotras nos atrevamos a medirnos de esa forma.
Como mujer, lo que soy y lo que comparto públicamente sobre mi persona es mi decisión y de nadie más. Como feminista, asumo la responsabilidad de romper la idea de vivir en un mundo que no fue creado para nosotras y de aportar en la construcción de entornos seguros y libres de violencia en los que podamos acompañarnos y asumir posiciones que nos han sido negadas históricamente. Pero ello no implica la justificación de violencias que provengan de otras mujeres y es algo que ahora tengo claro.







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