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¿La presidencia la hace Andrés Manuel?

  • Foto del escritor: Subversivo_mx
    Subversivo_mx
  • 14 sept 2020
  • 2 Min. de lectura

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Eduardo Piedra


Sí. Hace veinte años la política mexicana necesitaba negociar, dialogar y pactar. No existía fuerza política en singular que hiciera su simple voluntad. Las relaciones entre el ejecutivo y legislativo, aunque tensas, eran funcionales. El sistema giraba hacía una revitalización parlamentaria antes que mirar la ya marcada línea presidencialista que experimento el país.

No obstante, el proceso fue apenas efímero. La coexistencia de practicas presidencialistas y el aparente fortalecimiento institucional del poder legislativo no logró resolver los grandes problemas que atravesaba el sistema gestante: La ausencia del estado de derecho, el desencanto de las instituciones, el compadrazgo y por supuesto, la corrupción.

El ir y venir sobre el futuro del sistema político estaba en una balanza precaria, donde se asomó el desequilibrio de cara a las elecciones del 2018 con Andrés Manuel en la presidencia. El fenómeno, aunque no nuevo en el país, si es cautivador. La historia política de este país indica que la presencia de caudillos, poca democracia y arreglos informales son la formula por excelencia para gobernar. Es un laberinto institucional del que no salimos, sino regresamos a un punto cero.

El arribo de AMLO y su partido al poder legislativo como mayoría parlamentaria significó una incuestionable lealtad que permite al presidente tomarse la libertad para conducir el país como según él lo crea conveniente. Llama la atención como la tradición presidencialista en lugar de fortalecer al poder ejecutivo dotándole de mayores encargos para las secretarias de Estado, termina por empoderar al personaje que ocupa el puesto. La presidencia no la hace el poder ejecutivo, sino el presidente, la presidencia la hace Andrés Manuel.

El asunto es preocupante porque demuestra la sensibilidad que el sistema y sus ciudadanos tienen ante alguien que discrecionalmente define el rumbo del país. No es para menos, estamos colmados de los problemas que el país atraviesa, y se buscan soluciones rápidas. Genuinamente creo que no a todos los ciudadanos de les interesa cómo funciona la vida política del país, sino el poder resolver los males que sí les atraviesan a corto plazo. De ahí que el discurso de un salvador funcione.

Que el presidente se vuelva un sujeto imprescindible para la vida política del país es antidemocrático y personalista. Él está por todos lados, opina sobre asuntos ajenos a su función, dicta la opinión pública diariamente, desmantela instituciones, se salta las normas y, sobre todo, cree tener la verdad absoluta. Lo único que queda es esperar que los sistemas de pesos y contra pesos que a lo largo de veinte años fue construido aguante las grietas otros cuatro años o de lo contrario estaremos en el punto cero, de nuevo.



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