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De los haters y los inocentes

  • Foto del escritor: Subversivo_mx
    Subversivo_mx
  • 17 ago 2020
  • 3 Min. de lectura

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EDUARDO PIEDRA

Anteriormente en Subversivo se ha hablado de lo complejo que resulta el sostener un debate mediante las redes socio digitales. Y que, en su mayoría, se termina convirtiendo en un espacio plagado de vituperaciones debido a la sencillez y despreocupación de emitir comentarios al aire, por lo que un espacio como Twitter o Facebook, el que no cae, resbala. Más de uno ha sufrido comentarios incómodos, graciosos e insultantes, sobre todo cuando se trata de una discusión que gira en torno a la política del país.

Los personajes que actualmente conforman el sistema político mexicano no son la excepción. Incluso aquellas figuras públicas que no tienen ninguna posición real de poder, tal es el caso de la familia del presidente de la República. No es ni será - lamentablemente - la primera vez que la esposa del presidente responde a tweets ofensivos contra su hijo, a quien de manera despectiva se le ha apodado chocoflan. El apodo fue originado luego de que decidiera teñir su cabello y que, bots en twitter, insultaron al joven argumentando su parecido con el pastel por ser de un tono de piel oscuro mientras el cabello no.

De hecho, los insultos hacia el joven hicieron que en junio Gutiérrez Müller criticara al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) por invitar a una charla sobre racismo al comediante Chumel Torres, quien ha fomentado estas mofas. El escándalo derivó en la renuncia de la entonces titular de dicha institución, Mónica Maccise. Evidentemente, el tema de CONAPRED tiene mucha tela de donde cortar, comenzando por la intromisión de Gutiérrez Müller y que ello significó la renuncia/despido de la titular.

Pero más allá del escándalo político y el aparente favoritismo de la institución por la familia presidencial, hay dos cosas realmente graves:

1) Como ya se adelantó, la volatilidad y posibilidad de linchamiento que ocurre en redes sociales, que si bien es válido que se interpele a nuestra clase política y se les cuestione o fiscalice sus gastos, ello no debería representar una discusión que verse sobre leperadas y vituperaciones. La invitación será siempre a cuestionar y debatir de manera pacífica y evocando al diálogo. Para mal o para bien nuestra democracia no apuntala al conflicto. Y sobre todo, escoger bien contra qué político apelar. Pues el hijo del presidente es una persona que se encuentra muy cerca del ojo público, pero él no toma decisiones, ni tiene un salario o puesto político. En todo caso, apenas y comienza a dimensionar qué rol juega su padre en este país y tampoco tiene la culpa de los errores o aciertos de su padre.

2) La normalización del acoso y hostigamiento hacia las infancias y adolescencias. El hijo del presidente es un joven, que, como muchos en este país, es insultado y criticado por su apariencia. Algunos crecimos con insultos que hoy se pagan en terapia en relación con nuestro peso, a la forma en que vestimos, al tono de piel, a si parecemos amanerados o no. Resulta vergonzoso que en este país sea un hábito el apodar a alguien en relación con su apariencia y que, además, contenga una carga semántica de mofa. Para muchas personas los espacios educativos se pueden volver un infierno por apodos como “el mantecas”, “albóndiga con patas”, “chocoflan” “cuatro ojos” etc.

Como democracia y sociedad hay mucho que tenemos que aprender, reflexionar y reconocer. Si la idea es apostarle al uso de redes socio digitales para agilizar discusiones y confrontar a la clase política entonces tendremos que cuestionar la forma en cómo nos conducimos, pero, sobre todo, reconocer quien sí juega en la clase política, para evitar linchar a inocentes. Mientras que, como sociedad, queda pendiente la tarea de desnaturalizar los apodos despectivos y optar por construir sociedades más respetuosas.

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