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De los amores líquidos y la cuarentena

  • Foto del escritor: Subversivo_mx
    Subversivo_mx
  • 20 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

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Por: Eduardo Piedra


Hace poco reabría las páginas de Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos de Zygmunt Bauman. Un libro que, a todas luces parece encajar lo suficiente con nuestra realidad social en tanto describe la ligereza, volatilidad y un adelgazamiento en el compromiso establecido dentro de nuestras relaciones personales. Bauman justifica lo anterior en el crecimiento del individualismo como el locus social en tanto las personas percibimos una relación como una amenaza latente contra la autonomía. Pareciera entonces que sólo estamos de paso, que los vínculos no resultan sólidos – los vinculados al amor – pues la mercantilización de los estilos de vida hace lucir a las personas como productos de consumo, con un uso y una utilidad donde el amor aparece como un acuerdo implícito de consumo.

De ser eso cierto, estaría afirmándose que el amor es una suerte de líquido que se escurre entre nuestras manos. Y que el lugar perfecto para esa fugacidad se refleja en el uso de redes, ya no nos enamorados sino “conectamos” con las personas, los vínculos son espontáneos pero esporádicos; siempre a un “dejar de seguir”, “ocultar historia”, “ignorar” o un “block” de desaparecer. Se podría dar por cierto que el ritmo de vida – entre la globalización y el capitalismo – nos ofrece formas de conocer a las personas, en opciones “a la carta" que permiten adaptarnos a nuevos vínculos que satisfacen la idea de amor actual.” La certeza del compromiso – tal vez porque de antaño la comunicación era más complicada- fue sustituida por la velocidad de escribirse. De hecho, sostendría que la tendencia de las relaciones afectivas es contestarse e interactuar por redes sociales.

A su vez, también crece la desconfianza – y quizá de manera paradójica – sobre la interacción que otros sostienen en redes sociales Se sufre por no sostener una certeza ante la pareja, pero resulta imposible renunciar a nuestra individualidad y en un espacio tan accesible como las redes sociales, todos somos vistos y vemos a la vez a otros, en una suerte de panóptico (recordando a Foucault), de modo que muchos acuerdos implícitos terminan violados.

Por si fuera poco, una pandemia atravesó las dinámicas sociales, acelerando el proceso de transición social que se venía gestando: apuntar a las relaciones ligeras, sin compromiso. Las personas solteras apuntan (en su mayoría) a sostener un amor “de cuarentena”, o una “amistad virtual”. Conocimos – no físicamente – a personas con las que nos relacionamos. Puntualmente, los amores de cuarentena se volvieron una relación sin miras de tener mayor futuro (al menos no en el corto plazo, pues el mundo podría acabarse pronto), pero manteniendo una especie de acompañamiento, incluso en la cotidianidad.

Nos escribimos, dedicamos estados, tweets, compartimos fotos y narramos nuestras historias para “conectar”, y aunque esto no significa – necesariamente – que no existan sentimientos de por medio, estos se ven estresados pues la sola idea de negarse la posibilidad de sentir resulta per se inhumana, aunque ello nos lleve a pasar encima de nuestra responsabilidad emocional, pues no se ve la obligatoriedad de establecer acuerdos. La única certeza es un día a la vez. Si bien es cierto que no todos viraron a un amor de cuarentena, es cierto que se potencializó la opción de vincularse afectivamente con otros, incluso ajenos a nuestros círculos.

Queda pendiente buscar resolver: ¿Cómo sostener esas relaciones allende la pandemia? Debemos realizar la reflexión sobre el significado que esas relaciones representan en nuestro presente y – de ser posible – establecer los términos en las que están envueltas. Ante una pandemia que parece no llegar a un fin cercano, habría que apelar a la sinceridad para evitar lastimar a alguien, o a nosotros mismos.

No existe un camino perfecto para ninguna relación, y menos ante una catástrofe mundial, pero siempre una ruta medianamente certera será la reflexión. Sin miedo al amor.


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