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COVID-19 y la posverdad

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    Subversivo_mx
  • 30 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

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Por: Estefanía Porras


Desde 2017, el fenómeno de la posverdad ha cobrado mayor relevancia dentro de los análisis de comunicación política. Este concepto que nos insinúa una verdad más allá de la verdad misma, fue elegido por el diccionario Oxford como la palabra del año en 2017, debido a que resumía el contenido de las campañas de Donald Trump y la campaña del Brexit.

En términos sencillos, la posverdad refiere a una forma discursiva donde se resta importancia a la información objetiva-verificable y se resaltan las creencias personales y las emociones -lo que nombraríamos como subjetivo-.

Si bien construir campañas con base en emociones y subjetividades no es algo nuevo para el marketing –comercial y político-, se ha considerado que la posverdad es un riesgo para las democracias actuales, en tanto que permite la distribución masiva de contenido engañoso.

El ejemplo por excelencia para sostener esta crítica ha sido el caso Brexit donde la posverdad definió el contenido de la campaña de salida, tomando como base promesas insostenibles, principalmente en términos económicos. Aunque dichas propuestas respondían a los intereses de grupos que se sentían ignorados por la clase política británica.

Lo artificioso de la campaña hizo match con quienes veían en la permanencia menores beneficios personales. Sin embargo, lo que ha escapado a la crítica sobre la posverdad es que la mentira estaba en las promesas de campaña, no en el sentir de las personas y eso tiene que ver con la práctica política más que con el discurso en sí mismo.

Algo similar ocurre actualmente en México respecto a la información mediática sobre la pandemia COVID-19. Cada día hay cifras crecientes sobre los contagios y defunciones. Desde el caso 0 en el país, casi todos los miembros de la clase política mexicana han opinado al respecto. Todos hablan, todos afirman, todos niegan. Todos aseguran tener la verdad entre sus manos.

Un asunto sanitario que por su naturaleza misma debería ser neutral, ha servido como tema de agenda para gobierno y oposición. De manera que nos encontramos ante defensores y detractores de las medidas emprendidas por el gobierno federal a todos los niveles. Mientras que la ciudadanía vuelve a enfrentarse a una barrera que impide acceder a información completamente transparente y veraz.

Entre monitoreo Centinela, modelos matemáticos, neumonías atípicas y muchos cubrebocas en la basura, las personas cada día cuestionamos más esta realidad que para algunos, no nos es tangente. ¿Quién nos dice la verdad, el gobierno federal o los gobiernos estatales?

Sobre todo, ¿quién se encargará de verificar que no nos encontremos ante un discurso engañoso?

El problema principal no es lidiar con la posverdad que representa el mecanismo más actualizado de la manipulación y adoctrinamiento. El verdadero reto consiste en garantizar que la comunicación política y su uso para la búsqueda por el poder, conlleven un mínimo de principios éticos. Por lo pronto, seguiremos tomando las medidas sanitarias correspondientes esperando que la nueva normalidad algún día nos sepa un poco a vivir con libertad.


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