Adiós Donald Trump
- Subversivo_mx

- 9 nov 2020
- 3 Min. de lectura

Eduardo Piedra
Las elecciones estadounidenses, celebradas el día 3 de noviembre, representaron un punto de retorno o quiebre para la democracia norteamericana; así como también se evidenció lo problemático de su sistema electoral. Sin duda, y a pesar de no salir del todo victoriosos, sí podemos decir con mucho orgullo: Adiós Donald Trump.
Cuatro años atrás, la llegada de un empresario ignorante a la Casa Blanca parecía un chiste que luego se convertiría en una pesadilla: Niños separados de sus familias, comentarios criminalizantes y xenófobos hacia la comunidad latina y asiática indocumentadas, constantes desvinculaciones con instituciones internacionales, nepotismo y una larga lista de acciones ruines que polarizaron a la sociedad gringa.
Recuerdo con mucho dolor los días de su elección y toma de protesta, sólo pensaba en que cómo mi familia -habría otras tantas- cuyo futuro resultaba incierto. Se sentía la amenaza constante de la deportación, del muro y de leyes altamente punitivas hacia los migrantes. Con todo, se le deba un carpetazo a la pequeña ola progresista que Estados Unidos comenzaba a acuñar.
Lo pongo así, sobre un retorno o quiebre para la democracia estadounidense porque la posibilidad de que Donald saliera victorioso encarnaría otros cuatro años llenos de acciones y declaraciones desastrosas que terminarían por institucionalizar la presencia de personajes incómodos, tontos y hasta fascistas en la arena pública. Mientras que su derrota, representa un tenue retroceso que apela a la cohesión y, tal vez a la posibilidad de volver a discutir demandas de algunas minorías sociales.
Respecto al problema con sus sistema electoral se puede decir que no es directo. A diferencia de nosotros, no gana el candidato que recibe más votos, sino que la ciudadanía registrada para votar es representada por 538 delegados distribuidos de acuerdo con la concentración poblacional. Para ganar el candidato necesita 270 votos. Como punto clave, el candidato que gana más votos en un estado, se queda con todos los votos del colegio electoral de ese estado.
Su sistema, anclado a las condiciones sociodemográficas del siglo XIX no ha sido superado. En días como estos, se agradece tener una institución profesionalizada como el INE. De hecho, Donald Trump no habría ganado en 2016, sino Clinton. En esa ocasión él obtuvo el apoyo de 2,8 millones de votantes menos que su rival demócrata. Esta fue la quinta elección presidencial en la historia estadounidense en donde el ganador perdió el voto popular.
La pelea de días pasados entre Joe Biden y Donald Trump, puso en evidencia la necesidad de enmendar la dirección del voto; de tener un sistema de votación directa. La comunicación en el país ahora es más sencilla y votar directamente podría ser una alivio para la democracia más poderosa del planeta, además, nos hubiéramos ahorrado cuatro años de malos ratos con la llegada de Clinton en 2016 y de paso, estos días de tensión, pues todo apuntaba a que volvería a ganar nuestro despreciable magnate.
Queda pendiente resolver qué sucederá en los siguientes cuatro años sobre el proceder de Biden en la Washington D.C (podríamos llevarnos una decepción, pues no es una “perita en dulce”), en el mismo sentido, queda duda de por qué los demócratas nunca le han apostado a una enmienda electoral que les garantice una contienda más justa, y así atar de manos a gente odiosa como Trump.
Al menos desde enero del siguiente año podemos decirle adiós, Donald, que no regreses nunca a la vida pública, que te dediques a tus negocios, que no seas más un obstáculo para la vida democrática de ninguna nación ni de ningún ciudadano.







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